«No entiendo a Dios» ¿Por qué Dios permite el dolor?

La bondad de Dios en medio del sufrimiento

En algún momento de mi vida me encontré diciendo “Padre, hazme libre de este dolor”, no se si sea tu caso pero a veces arrastramos por años una situación que nos rompe el corazón y nos preguntamos cómo un Dios tan bueno puede permitir que nos hagan daño, sin embargo, incluso en el desierto más árido, Él tiene un propósito con cada dolor.

A veces, cuando el dolor es tan profundo que parece no tener sentido, podríamos imaginar a Dios distante, como si estuviera sentado en Su trono, viéndonos sufrir sin hacer nada.

Tal vez lo visualices con una taza de café en la mano, quieto, como si fuera indiferente al quebranto que hoy  vives. Pero déjame decirte algo desde el fondo del corazón: ese no es el Dios real, nuestro Padre no es ajeno a tu llanto, Él no está inmóvil ni desconectado, aunque no siempre entendemos lo que permite, Dios jamás deja de obrar, incluso en medio del silencio.

Para ayudarte a comprenderlo un poco mejor —y quizás también a entender lo que hoy estás viviendo—, quiero compartirte una historia que siempre me ha tocado mi corazón.

El rey que no creía en la bondad de Dios

El Rey que no creía en la bondad de Dios, tenía un siervo que en todas las situaciones le decía:

– Mi rey, no desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. El no se equivoca.

Un día ellos salieron para cazar y una fiera atacó al rey. Su siervo consiguió matar al animal, mas no pudo evitar que el rey perdiese un dedo de la mano.

Furioso y sin mostrar gratitud por haber sido salvado, el rey dijo:

¿Dios es bueno? Si Él fuese bueno yo no habría sido atacado y perdido mi dedo.

El siervo apenas respondió:

– Mi rey, a pesar de todas estas cosas, solo puedo decirle que Dios es bueno, y Él sabe el por qué de las cosas, lo que Dios hace es perfecto, Él nunca se equivoca.

Indignado con la respuesta el rey mandó apresar a su siervo.

Tiempo después, salió para otra cacería y fue capturado por salvajes que hacían sacrificios humanos.

En el altar, listos para sacrificar al rey, los salvajes percibieron que la víctima no tenía uno de los dedos y lo soltaron, el no era perfecto para ser ofrecido a los dioses.

Al volver para el palacio, mandó a soltar a su siervo y lo recibió muy afectuosamente:

– Mi siervo, Dios fue realmente fue bueno conmigo. Escapé de ser sacrificado por los salvajes, justamente por no tener un dedo, mas tengo una duda: “Si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que tú, que tanto lo defiendes, fueses preso?”

El siervo contestó:

– Mi rey, si yo hubiese ido con usted en esa cacería habría sido yo el sacrificado en su lugar, pues no me falta ningún dedo. Por eso recuerde siempre, todo lo que Dios hace es perfecto. Él nunca se equivoca…

Si hoy tu corazón duele, no es el final: es el comienzo de una historia que un día será medicina para alguien más.
Porque Dios no desperdicia tus lágrimas, Él las recoge una a una para transformarlas en propósito, consuelo y esperanza.

Guárdala en lo más profundo de tu corazón y recuérdala cada vez que la incertidumbre susurre que no hay salida. Él va delante de ti, aun cuando no lo entiendas.

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